Debe ser muy duro para un periodista tener que informar sobre casos como el del niño de la ballesta, que hace unos días mató a un hombre e hirió a otras personas en su instituto.
Cuando una persona hace algo así, que nos resulta tan extraño y repulsivo, las miradas se vuelven hacia el campo de la salud. Parece que queremos encontrar una enfermedad, una rara anomalía que produzca un comportamiento así. Necesitamos una explicación que nos tranquilice, como cuando ocurre una muerte en la familia y hay que pensar muy bien cómo se lo decimos a los niños para no dañarles, y de una forma que puedan entender y aceptar que no volverán a ver a su ser querido. Una idea que explique, justifique, tranquilice, y nos devuelva la paz y la seguridad de que algo así es muy excepcional y no volverá a ocurrir.
He leído dos post buenísimos y muy bien escritos por dos médicos sobre esta cuestión, porque como os decía queremos una explicación en el ámbito de lo patológico, de la enfermedad.
No comparto del todo la visión del primero, que considera que este niño tuvo un episodio psicótico agudo que le impelió a dirigirse a su colegio armado y con intención de matar.
Como dice la Dra. Amalia Arce y también hasta donde yo sé, uno no se vuelve psicótico de un día para otro. Es una enfermedad que evoluciona desde un estado premórbido al prodrómico siguiendo una progesión hasta hacerse estable, y la verdad es que aunque no conozcamos el caso a fondo, lo que sabemos no encaja bien con esa posibilidad.
Con todas las reservas porque lo que hacemos (especialmente yo) no dejan de ser conjeturas, y además confieso que he preferido no saber detalles del caso, para mí está más en la línea del estudiante de instituto norteamericano con fácil acceso a las armas que tras prepararlo y meditarlo, acude un día a matar gente al escenario de sus desdichas. Pero con características especiales.
¿Conocéis la película El niño salvaje L’enfant sauvage de Truffaut? Está basada en hechos reales. Ha habido varios casos conocidos de niños criados en soledad, en entornos distintos al habitual. Esa situación produce en ellos resultados dispares, todos caracterizados porque se ha convertido al niño en un ser diferente a lo que conocemos como tal, nuestra idea consistente y persistente de niño cualquiera que sea su hábitat y su cultura.
Como la niña abandonada con las gallinas que acaba moviéndose y comportándose como una gallina más.
Este niño de la ballesta pasaba muchas horas en otro entorno sin control, como un niño salvaje a tiempo parcial. Su selva en ese tiempo está formada por imágenes que maneja a voluntad a través de unos mandos que él controla, convirtiéndose en un personaje más dentro de esa ficción hecha de persecuciones, velocidad, violencia, tiros, asesinatos, venganza y odio.
Es un niño, y han pasado pocos años desde que dejó atrás la etapa evolutiva en la que se confunde fantasía y realidad, personajes mágicos y de cuento con seres reales. Pero este hito en la infancia se describió cuando los niños leían cuentos, y los adultos les contaban historias y leyendas para ayudarles a dormir. Si en vez de ese adulto que ayuda a distinguir realidad de ficción no hay nadie; y si las historias en vez de ser algo externo y ajeno nunca dejan de ser del todo reales y propias, porque el niño tiene el poder de construirlas y destruir a sus personajes a voluntad ¿Podría no producirse esa evolución, ese tránsito que hasta ahora hemos considerado natural?
La psicosis como pérdida de contacto con la realidad pasa a ser invasión de la ficción sobre la realidad.
La vida en un medio salvaje aunque sea a tiempo parcial no puede estar exenta de producir efectos perjudiciales en los niños.
En la vida y en los colegios hay niños que viven situaciones complicadas.Enfrentarse al acoso, al daño a la autoestima infligido por los otros. La soledad, que en ningún momento de la vida es tan dura como en la adolescencia y la infancia. Y es la época en la que quizás menos recursos se tienen y más necesarios son.
Si la realidad y la ficción se entremezclan, la forma de enfrentarse a las situaciones adversas, los recursos para superar el daño y la frustración pueden ser inadecuados y estar fuera de control.
Tal vez no sea un centro especial lo que necesita ese niño, sino salir del medio salvaje a tiempo completo.