Mi feminismo

El psiquiatra Paco Traver hizo este post sobre feminismo, pienso que a raíz de una conversación que mantuvimos (egocentrismo por mi parte, quizás) que no me puedo resistir a contestar. Aunque compartimos lo fundamental.

 

 

 

 

Ya tenía ganas de hablar sobre feminismo desde que asistí a la conversación entre Rosa María Calaf (en la foto, inconfundible) e Inmaculada Franco dentro de las actividades de PWNBilbao. De allí me llevé algunas ideas clave:

 

  1.  El machismo defiende la supremacía de un sexo sobre otro. El feminismo defiende su igualdad.
  2. Ser feminista supone defender los derechos de las mujeres, que son derechos humanos básicos.
  3. Hay que abrir los ojos ante las situaciones de desigualdad que nos pasan casi desapercibidas. Y visibilizarlas.
  4. A las mujeres se las muestra como víctimas en las catástrofes, cuando en realidad son la columna de la construcción social en todos los lugares y situaciones. Los campos de refugiados funcionan gracias a las mujeres.
  5. El mundo es androcéntrico, y muchas veces ni nos damos cuenta.
  6. Es importatísimo no pensar que la igualdad está ya conseguida. No es cierto y hay que estar atentos para verlo y pelearlo.
  7. Todos debemos presionar socialmente para lograr que la conciliación no sea para la mujer, sino para todos.

 

Siento que el Dr. Traver no estuviera, porque habría estado genial verle debatir con Rosa Mª Calaf, que estuvo fantástica y que transmitió muy bien que su idea del feminismo procedía de sus experiencias vitales y profesionales maduradas a lo largo de los años y a lo ancho del mundo.

 

Feminismo como capacidad de elegir

El Dr. Traver dice que » somos diferentes y cuando tenemos oportunidad de elegir, por ser libres, elegimos según nuestra naturaleza» . Estoy totalmente de acuerdo en que somos diferentes. Pero no lo estoy tanto en nuestra capacidad de elegir.

Es una realidad constatable que las mujeres ocupan menos puestos de dirección que los hombres, aunque tengan la misma preparación académica y posiblemente las mismas, o diferentes pero no menos valiosas aptitudes. El Dr. Traver dice que igualdad es capacidad de elegir, y que las mujeres no eligen esos puestos. ¿Realmente tienen capacidad de elegirlos? Pienso que no, porque en nuestro medio esos puestos conllevan aparejadas unas circunstancias que los hacen incompatibles con el cuidado familiar. Y éste está en nuestra sociedad casi exclusivamente en manos de las mujeres. De ahí la necesidad actual del feminismo.

Habla de que no estamos interesadas en puestos de menos remuneración, como albañiles, como tampoco los hombres están especialmente interesados en ser señores de la limpieza. No es ahí donde la igualdad o libertad de elección es real.

A mí me gustaría invitar a los hombres a disfrutar de las oportunidades del cuidado familiar. En realidad pienso que debería ser una responsabilidad u obligación para ellos tanto como para las mujeres, porque aparte de la lactancia, no hay razón para que esas licencias (no las llamaemos bajas, una mujer que ha dado a luz no es una enferma, ni siquiera una convaleciente) sean exclusivamente de maternidad. Lo mismo pasa con el cuidado de los mayores.

Hace años tenía sentido (no entro en que estuviera bien o mal) que la responsabilidad del cuidado doméstico recayera en las mujeres, porque ellas eran las únicas relacionadas inequívocamente con el hijo. Pero desde que tenemos pruebas de paternidad ya no es la madre el único progenitor demostrable . El padre lo es por igual.

 

La igualdad existe en algunos sitios

En las empresas en las que las mujeres ocupan tantos puestos de dirección como los hombres, los resultados son mejores. Y están en países más desarrollados y con mejor funcionamiento social. No veo interés para nadie en no imitarlo.

Para estos países y empresas, prescindir de las mujeres en los puestos de dirección es como dividir en dos su plantilla y no utilizar o gestionar las aptitudes y talento de una de las mitades.  Como si no estuvieran o fueran plantilla de la competencia.

También en países menos desarrollados la necesidad de contar con las mujeres para beneficio de toda la sociedad es muy evidente. Como decía, Rosa Mª Calaf nos explicó cómo los campos de refugiados tienen una funcionamiento social aceptable gracias a la labor espontánea de las mujeres.

O lo que ocurre con los microcréditos, concedidos casi en exclusiva a mujeres porque es la forma de garantizar su buena utilización, en beneficio del núcleo familiar y de la sociedad en la que viven.

 

Compartir para elegir

Cuando mujeres y hombres compartamos la responsabilidad que implica ser padre o madre, algo inevitable desde que como decía,  gracias a las pruebas genéticas, la paternidad es tan demostrable como la maternidad  y las empresas conozcan y participen de esa situación, la capacidad de elegir, es decir la igualdad, será real.

No debería faltar mucho tiempo.

 

 

Pero hasta entonces, el feminismo continúa teniendo su razón de ser. Y necesita de hombres y mujeres para que se produzca la capacidad de elección por igual y se beneficie de ello toda la sociedad.

 

 

 

 

 

10 comentarios en «Mi feminismo»

  1. Bueno, no dije que la igualdad es la capacidad de elegir sino la libertad de elegir que no es lo mismo.
    Pero es ya rizar demasiado el rizo decir que no hay igualdad porque existen cirunstancias que «impiden» a la mujer compatibilizar tareas de alta dirección con la vida familiar. Claro, la biologia, es el limite. Una mujer que tenga pongamos dos hijos tiene un gran hándicap pata tener una carrera, es por eso que las que quieren hacer carrera o no tienen hijos o bien subemplean a las abuelas.
    Pero yo no diria que eso es un indicador de desigualdad, más bien es la expresión de eso que los biologos evolucionistas llaman «la cruel atadura».
    Lo que marca la diferencia.

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    • Hola Paco
      En las empresas de las que hablo y en los países nórdicos, tener hijos no es un hándicap para la carrera profesional de las mujeres.
      Conozco el caso muy de cerca.
      Es curioso que en España todos piensan que para que esa empresa haya dado a una mujer en su primer embarazo (que no único) un cargo tan «alto», deber ser una persona extraordinaria. Y no es así. No es más extraordinaria que cualquier hombre en ese puesto. Pero en esa empresa, realmente piensan que no pueden prescindir de las mujeres, y ponen todo para ayudarles y que tengan lo que necesiten para ser directivas y la madre que quieran ser.
      Se puede.

      Muchas gracias por comentar 🙂

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  2. Yo tengo la experiencia de la directora gerente (o directora gerenta en lenguaje políticmante correcto) de mi área de salud que unifica tante Primaria como Especializada. Lleva en distintos cargos directivos al menos 20 años (Primaria, Especializada y Gerencia única en la actualidad). Se ha quitado de ne medio a todos sus rivales sin pestañear y su gestión es, siendo generoso, manifiestamente mejorable.

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  3. Por el contexto, supongo que esas «ideas clave» que indicas al principio no son, sin más, lo que dicen las autoras que citas (Rosa María Calaf e Inmaculada Franco), sino que es aquello que tú misma consideras correcto. Pero mucho me temo que, pese a tu voluntad de ser razonable, equilibrada y constructiva, ese conjunto de ideas está lastrado por un presupuesto implícito: el feminismo, por una parte, dice luchar por la igualdad, pero, por otra, sólo se ocupa de los derechos de las mujeres, dando por supuesto, sin más, que lo que sucede es que los hombres gozan de privilegios (y sólo de privilegios) en tanto que las mujeres sufrimos opresión (y sólo opresión), por lo que bastaría con acabar con aquellos privilegios y eliminar esta opresión para que el mundo fuera justo y, sin más, hombres y mujeres quedaran totalmente igualados.

    Esa visión, que no es más que la trasposición a las relaciones entre sexos de la vieja dialéctica marxista de la lucha de clases (como estableció explícitamente Lidia Falcón, la fundadora del Partido Feminista Español), es incompatible, por definición, con el supuesto de que los hombres puedan sufrir ningún tipo de discriminación por el mero hecho de serlo, por lo que únicamente son las mujeres la parte con derecho a reclamar: por eso se llama a sí mismo “feminismo”, y no “igualitarismo”.

    Ahora bien, cuando tú misma dices “a mí me gustaría invitar a los hombres a disfrutar de las oportunidades del cuidado familiar” utilizas la expresión “disfrutar de las oportunidades”, porque das por supuesto que el cuidado familiar es una tarea gozosa y si explícitamente estás reconociendo que los varones han estado excluidos de esta labor gozosa, entonces, como mínimo, estás reconociendo que para ellos no todo han sido privilegios y para ellas todo desventajas.

    Sólo citas un motivo para el hecho de que los hombres hasta ahora no hayan gozado de tal disfrute: la tradicional incertidumbre sobre la filiación (“porque ellas eran las únicas relacionadas inequívocamente con el hijo. Pero desde que tenemos pruebas de paternidad ya no es la madre el único progenitor demostrable”). Supongo que, por razones de espacio, no citas otras de las numerosas e importantes razones que han llevado a que todas las sociedades humanas conocidas presenten un reparto de funciones según el sexo. Yo me permito insistir en que no se debe nunca olvidar que hasta hace muy poco las cargas de la maternidad eran extremadamente costosas (y aún lo siguen siendo en gran parte del mundo), muchísimo más costosas de lo que son ahora en las sociedades más modernas, (donde, desde luego, siguen suponiendo un coste notable). En un contexto donde (como en las sociedades de cazadores-recolectores) la lactancia dura hasta los cinco años, o en sociedades donde la mortalidad infantil y la brevedad de la vida hace necesarias tasas de maternidad elevadísimas (recuerda que, antes de la aparición de los antibióticos, la tasa de reposición en los países más avanzados precisaba de más de cinco hijos por mujer), la única solución viable para el conjunto de la sociedad era un reparto de tareas que descargara especialmente en el varón los trabajos más duros e intensos, en tanto que especializaba a las mujeres en las funciones que requerían de menor fuerza física (con todas las excepciones que se quiera). Pido disculpas por esta generalización tan simplista, que podría ser discutida hasta el infinito en cuestiones de detalle, pero, con un poco de benevolencia, creo que podrás estar de acuerdo conmigo en lo básico: el reparto de funciones entre sexos no surgió de un capricho o de una imposición cultural arbitraria, sino que fue el fruto de unas circunstancias, condicionadas decisivamente por la biología.

    Lo importante, en cualquier caso, y en esto me parece que coincidimos, es que esos condicionantes que han estado presentes durante siglos hoy no tienen la importancia que tuvieron y cada individuo debería tener la posibilidad de elegir de entre el mayor número de opciones posibles. Ahora bien, ¿crees que esto se va a conseguir si lo único que hacemos es concederle a las mujeres “discriminaciones positivas” y condenar a los varones del presente a pagar por los supuestos abusos que cometieron los varones del pasado? Porque si admites que la “igualdad” es una tarea que tienen que hacer en común hombres y mujeres, entonces un feminismo que se limite a “defender los derechos de las mujeres” y se desentienda de los derechos de los varones sólo puede conducir a una guerra de sexos en los que todos acabarán perdiendo. ¿O acaso te parece que lo lógico sería que las mujeres fuésemos “feministas”, ocupándonos de nuestros derechos, y los hombres fuesen “masculinistas”, ocupándose sólo de los suyos? Una dialéctica así es muy propia de los políticos y de los abogados (cada partido o cada parte pleiteante se encarga de defender con uñas y dientes la posición propia y atacar despiadadamente todo lo que provenga del contrario: ya serán los electores o los tribunales los que decidan), pero es intrínsecamente contraria al objetivo declarado: si para abolir las diferencias entre sexos hay que comenzar por encuadrar a cada individuo en la defensa cerrada de su sexo y el ataque al otro, entonces el objetivo pretendido estará cada vez más lejos.

    En mi vida personal he tenido ocasión de ver, una y otra vez, cómo las supuestas discriminaciones positivas no sólo perjudican injustamente a los hombres, sino que acaban perjudicándonos a las mujeres y, muy especialmente, a aquellas que hemos pretendido construir una pareja sin atender a los “roles” sexuales establecidos por la tradición. ¿Recuerdas aquel servicio militar “sólo para varones” que existía en España hasta sólo hace diez años y que sigue existiendo en la mayor parte del mundo? Recordarás que fue votado en el Parlamento y el Senado, sin ningún problema, por todas las diputadas del PSOE y del PP, y que todas ellas se declaraban feministas; recordarás que fue la muy feminista Fernández de la Vega la que se encargó de desarrollar la legislación para perseguir a los insumisos (la llamada “muerte civil”: o haces la mili o no puedes ni sacar el carnet de conducir); recordarás a las “juezas” y “fiscalas” persiguiendo sin ningún tipo de remordimiento a los insumisos. ¿Por qué tantas mujeres proclamadamente feministas asumían con entusiasmo que el servicio militar debía ser “sólo para varones”? Creo que es fácil concluir que lo hacían, porque, implícitamente, asumían que se trataba de una de esas justísimas “discriminaciones positivas”.

    Ahora bien, los varones tenían una forma muy sencilla de evitar el servicio militar: bastaba con que estuvieran casados y su esposa no trabajara (la discriminación positiva, pensarían nuestras legisladoras, está muy bien…, pero no podemos dejar que las pobrecitas mujeres se mueran de hambre si se quedan sin su macho proveedor). De hecho, nosotros conocíamos perfectamente esta posibilidad, pero en nuestra estúpida pretensión igualitaria nos pareció intolerable recurrir a tal treta; la consecuencia fue que estuvimos obligados a estar separados casi dos años, mi marido sufrió un retraso de, por lo menos, diez años en su carrera profesional y yo tuve que destinar gran parte de mis ingresos a pagar sus gastos (porque, como sabrás, el servicio militar, en la práctica, obligaba a las familias a infinidad de dispendios). Dejo ya de lado los terribles costes psicológicos de la separación y la incertidumbre; mirándolo desde el punto de vista estrictamente económico, esta “discriminación positiva” estaba provocando que un matrimonio igualitario fuera un negocio ruinoso, en tanto que un matrimonio tradicional resultaba ser la posición más fortalecida.

    Algunos años más tarde, ya en la época de Zapatero, se empezó a aplicar la “discriminación positiva” para, pretendidamente, potenciar a las mujeres en los equipos de investigación universitarios. No necesito aclarar que si se “favorece” a las mujeres para entrar o dirigir equipos de investigación, ello supone inevitablemente que se “perjudica” en el mismo grado a los varones. El objetivo obvio, pero eufemísticamente velado, de la medida es que sea más rentable para un equipo de investigación contar con mujeres que con hombres, lo que implica que los hombres sólo tendrán opciones si son notablemente más competentes que sus compañeras femeninas. Este cambio legislativo nos “pilló” cuando acabábamos de tener nuestro segundo hijo y tanto mi esposo como yo estábamos intentando acumular méritos para hacer carrera universitaria. Ahora bien, dado que ambos partíamos de que el cuidado de los hijos era una responsabilidad compartida por igual, y ambos pretendíamos tener carreras profesionales equivalentes, el hecho de que la “discriminación positiva” me concediera a mí una serie de ventajas adicionales sólo podía suponer que él, para obtener los mismos resultados profesionales, tenía que dedicar más tiempo y esfuerzo que yo. Dado que el tiempo que se dedica a la profesión está en relación inversamente proporcional al tiempo que se dedica a la vida privada, exigirle a los hombres un sobreesfuerzo en su carrera profesional es exigirles también que renuncien a, como tú dices, “disfrutar de las oportunidades del cuidado familiar”. Cuando comentaba con compañeras esta situación, no faltaba la que decía que, bueno, que lo que teníamos que hacer las mujeres era aprovechar la ocasión y que no estaba mal que, después de tantos siglos de opresión patriarcal, fuéramos las mujeres las que tuviésemos una posición laboral mejor que los hombres… Vamos, que algunas (muy pocas, por cierto) consideraban que la forma de superar el viejo esquema “hombre proveedor / mujer cuidadora” mediante la implantación, por ley, de un esquema “mujer proveedora / hombre cuidador”.

    Pido perdón por este comentario tan largo, que aún así se queda corto para luchar contra un prejuicio tan fuertemente arraigado. Espero, al menos, que comprendas mi posición: si lo que buscamos es la “igualdad”, en el sentido de que la sociedad condicione lo menos posible las elecciones de cada individuo por su sexo, es imposible conseguirlo aplicando una perspectiva que sólo reconoce los problemas de un sexo y se desentiende, sin más, los que pueda tener el otro, y por ello el “feminismo”, incluso en una versión tan igualitaria como la que tú pretendes, sólo va a conducir a todo lo contrario a esa igualdad que dice perseguir.

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    • Buenas tardes

      Te agradezco mucho tu extenso comentario.
      Me temo que me atribuyes posturas que no tengo, como pensar que los hombres gozan de privilegios y solo tienen privilegios y las mujeres sufrimos opresión y solo opresión.
      Las ideas que he puesto numeradas son algunas de las notas (twits en realidad, porque las compartí en Twitter) que tomé de las palabras de Rosa Mª Calaf. Más que estar de acuerdo o no con lo que dijo, que en realidad fue narrar lo que ve, como buena periodista que es (además de licenciada en Derecho) me abrió los ojos a situaciones en las que yo no había reparado, y se lo agradezco.
      Una idea , una apreciación suya que no he puesto, es que la reciente intervención machista del diputado polaco, solo suscitó la respuesta (impecable) de una diputada española, y no una protesta inmediata y unánime de todos los presentes, como habría sido deseable y correspondiente a la gravedad de lo que se dijo.
      También me quedó muy claro que debemos evitar la confrontación. Porque los hombres no tienen mala intención ni buscan perjudicarnos, sino que si con alguna conducta o acto nos menosprecian es por formar parte de esta sociedad mejorable en la que vivimos. Esta idea de no luchar, no pelear, no enfrentarse a otros me gustó especialomente. Al contrario, se trata de conseguir la igualdad entre todos, porque todos nos beneficiaremos.
      Saludos

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      • ¿No te sorprende un poco que un diputado sea al instante sancionado por atreverse a decir que el trabajo de las mujeres debe estar menos pagado que el de los hombres, pero todo nuestro parlamento votó unánimemente que los actos masculinos deben tener mayor pena que idénticos actos cuando son cometidos por una mujer? ¿Cuál de las dos cosas crees que tuvo más repercusión mediática en el conjunto del planeta?

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        • No se trata de sorprenderse sino de mejorar. Me parece bien la sanción a ese diputado, y mantengo que sus compañeros se habrían puesto en pie si hubiera dicho que el trabajo de los negros debe estar menos pagado que el de los blancos, por ejemplo. No encuentro diferencia con lo que dijo.
          Desconocía que según el sexo del perpetrador del delito la pena fuera distinta. No me parece justo. Supongo que será por considerar más desprotegida a la víctima, no lo sé. Repito que en principio a mí no me parece justo.
          Como tampoco me parece justo que cuando una mujer decide romper su unidad familiar (que no juzgo) las consecuencias negativas sobre casa, hijos, bienes económicos, recaigan sobre el hombre de la familia.
          Desde mi humilde puesto en la sociedad, considero que hay muchas cosas que se pueden y se deben mejorar.
          Saludos cordiales

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  4. No puedo estar más de acuerdo con lo que dices en este post. Todos los días veo a mi alrededor talento desperdiciado porque se asume de manera casi inconsciente que lo normal en una mujer es relegar su carrera profesional a un segundo plano frente a su familia, y que la que consigue compaginar ambas cosas es excepcional y maravillosa. En cambio, que un hombre trabaje, ascienda, y tenga hijos no parece tan excepcional o maravilloso. En mi mundo ideal, nadie, sea hombre o mujer, tiene por qué renunciar a una vida familiar plena por causas laborales. Creo que la tecnología va a ayudarnos mucho en ese sentido, y que dentro de 100 años de media todos trabajaremos menos y más tiempo desde casa. Y el día que la licencia por paternidad obligatoriamente dure lo mismo que la licencia por maternidad (que no creo yo que sea tan absurdo, ¿o es que ser padre-madre es sólo dar pecho?), habremos dado un gran paso para superar las desigualdades en el ámbito laboral. Esa especie de «obviedad» para algunos de que contratar a una mujer en edad fértil es peor que contratar a un hombre de preparación similar porque el segundo no se te queda embarazado dejará de ser lógica. Los meses de baja por embarazo no suelen ser tantos, y si nos ponemos así, sacamos a relucir estadísticas de enfermedades coronarias o accidentes deportivos, a ver qué pasa. Creo que como civilización somos todavía víctimas inconscientes de ciertas asunciones que tenían sentido cuando los trabajos eran mayoritariamente físicos, pero que ahora no lo tienen. También me gusta lo que argumentas en un comentario de los negros, porque yo hago mucho ese ejercicio mental: En frases dichas sobre mujeres y que a mucha gente le parecen graciosas, anecdóticas, o incluso opinables, pones «negro» en vez de «mujer» y a todo el mundo le parecen intolerables, tiene su gracia. Y nada de todo lo que dices significa estar a favor de la discriminación positiva (yo tampoco lo estoy) o de una ley que sea más dura con el marido que mata a su mujer que con la mujer que mata a su marido (a mí tampoco me parece justo)

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